Al Sporting le siguen cayendo palos por el cambio de hora del partido entre sus dos primeros equipos, en beneficio del fútbol base. El motivo oficial de adelantarlo a las 10 AM, fue que Preciado quería que sus jugadores tuvieran la tarde libre. Me pregunto si esto no se sabía ya el día que fijaron el primer horario del partido, a las 12 del medio día. La recaudación pasó de los 4.100 euros de la temporada anterior, a 3.055€. Migajas para el Sporting, pero que deteriora su imagen y todo para que unos jugadores con sueldos millonarios tengan un par de horas de la tarde del sábado libres. Polémica que se podría habe evitado.
Si el otro día los palos vinieron por parte de Pablo Monella, esta vez es Mariano Espinel, expresidente de la Asociación de fútbol base quien critica al Sporting:
http://www.lne.es/deportes/2011/07/29/engano-futbol-base/1109012.html
MARIANO ESPINEL SUÁREZ EX PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE FÚTBOL BASE El Real Sporting de Gijón logró del Ayuntamiento de la ciudad, además de otras ayudas millonarias, un contrato muy beneficioso para el alquiler de El Molinón, a un precio que se puede considerar de simbólico. Para acallar las protestas de los gijoneses, o quizá las conciencias de munícipes y primer equipo local, se incluyó en el contrato una cláusula por la que el Real Sporting se comprometía a jugar todos los años un partido de fútbol cuya recaudación se dedicaría a ayudar a los equipos de fútbol base de la ciudad.
Teniendo en cuenta que el primer beneficiario de los equipos modestos de Gijón es el propio Sporting, la medida no parecía que supusiera un esfuerzo muy grande para el club, mientras que para el fútbol base era una ayuda fundamental.
Esta cláusula no se cumplió prácticamente nunca. Hace años ya que se jugaron los dos únicos partidos que pueden recibir tal nombre, primero contra un equipo árabe absolutamente desconocido y luego, otro año, contra una selección asturiana. Era poco, pero como declaración de intenciones se podía aceptar. Se quedó en eso, en intenciones.
El pasado año se cubrió el trámite en un partido contra el filial a las doce de la mañana en Mareo. Fue un entrenamiento elevado a la categoría de partido, pero al menos se cubrieron las formas, jugándolo a las doce de la mañana.
Este año ni siquiera se cubrieron esas formas. El partido se jugó a las diez de la mañana de un sábado y los equipos ni siquiera vistieron sus uniformes oficiales. Fue un entrenamiento puro y duro, por muchas historias que se quieran contar. El propio entrenador del Sporting lo reconoció así cuando justificó la hora diciendo que los jugadores tenían entrenamiento ese día y a esa hora, lo que les permitía tener la tarde libre para disfrutar del fin de semana.
El Ayuntamiento, parte interesada en el contrato como propietario de El Molinón, en el que, por cierto, ha hecho inversiones millonarias cuyo principal beneficiario sigue siendo el Sporting además de una empresa privada que se ha quedado con los locales por unos cuantos años, no ha dicho nada.
La Asociación de Fútbol Base de Gijón, tampoco, a pesar de que sus derechos han sido gravemente pisoteados.
Pese al silencio de las partes interesadas, la sensación que queda es la de fraude al fútbol base, al que por conveniencia de un equipo grande se le priva de unos ingresos que legalmente corresponden a los casi treinta equipos localizados en Gijón. O lo que es lo mismo, a miles de chavales de todas las edades que cada semana se entrenan y juegan como auténticos profesionales, eso sí, sin ver un duro, cuando no poniéndolo de su bolsillo o del de sus padres.
Los contratos son para cumplirlos y cuando, como en este caso, hay tres partes interesadas y es una la que no lo cumple, las otras dos, Ayuntamiento y Asociación de Fútbol Base, deben denunciarlo y exigir su cumplimiento o rescindir el contrato.
A los actuales representantes municipales el tema les pilla de nuevos. Para este año ya no se puede hacer nada, o, a lo mejor, sí, pero para el próximo año debe pedírseles que exijan el cumplimiento de lo pactado, en letra y espíritu, no sólo en letra.
A los directivos del fútbol base ya se les puede pedir que expliquen ahora por qué admiten este fraude. Argumentos para rechazarlo tienen unos cuantos, basta con que hagan una lista de los jugadores que ellos «cultivaron» y acabaron vistiendo la camiseta del Sporting en sus distintas categorías, incluyendo la Primera
Llegan con las ideas muy claras y muchas ganas de sacar adelante su proyecto. La nueva directiva del Ceares quiere dar un giro al equipo. Recuperar la cultura de grada, imprimir un marcado carácter social al equipo, conectar al Ceares con el barrio gijonés del mismo nombre y sacar adelante al club, que un año más militará en la Tercera División asturiana, son las metas que se marca la directiva que encabeza el presidente, Alberto Álvarez García. Al finalizar la pasada temporada, se hacían cargo del equipo y se ponían manos a la obra.
Nunca habían tenido experiencia en la dirección de un equipo y lo que les une es su amistad y pasión por el fútbol. Gerardo Rodríguez Álvarez (vicepresidente), Miguel Lozano Blázquez (secretario), Mario Menéndez (tesorero) y el resto de la directiva -Daniel de Miguel Sánchez, Fernando Álvarez Morán, Juan Luis Villazón, Juan Manuel Villazón, Roberto Colunga, Eduardo Montes, Rubén Argüelles, Miguel Ángel Sarmiento y Simón Alonso Blanco- se unen a Alberto Álvarez en esta aventura guiada por una máxima: «Ir contra la idea del fútbol como negocio y apostar porque el aficionado disfrute en la grada». El eslogan que utilizan en el cartel diseñado para la captación de socios -'Los últimos en dinero, los primeros en corazón'- ya da una idea de sus intenciones.
Su propuesta enlaza con un movimiento internacional «en contra del fútbol moderno» que en España no ha tenido aún demasiado eco y que iría en la línea de la actitud del Sankt Pauli alemán y el F. C. United -el equipo formado por unos 3.000 antiguos hinchas del Manchester United que abandonaron el club de sus amores tras ser adquirido por el magnate estadounidense Malcolm Glaze-.
De hecho, sus ideas para gestionar el Ceares hunden sus raíces en el fútbol inglés y de ahí han extraído otro de sus lemas, 'Keeping the faith since 1946' (manteniendo la fe desde 1946). Incluso las camisetas que lucirá el Ceares esta campaña serán de inspiración británica.
Con la permanencia como objetivo deportivo, quieren que el Ceares se convierta en una plataforma para los jóvenes valores gijoneses. Aunque, para compensar la juventud de buena parte de la plantilla, han regresado al equipo dos 'pesos pesados' de la Tercera asturiana: los veteranos Mario de la Roca y Luengo, los dos jugadores de mayor edad de la categoría.
Captación de abonados
También se han aplicado en la captación de abonados y en rejuvenecer la masa social. Cogieron el equipo con 175 socios y quieren llegar a los 300. «Vamos a tener la hinchada más joven de la Tercera», destacan ilusionados. De momento, no les va nada mal. Desde que comenzó la campaña muchos son quienes se han sumado a su iniciativa. Además, avanzan que incluso crearán una peña, L'Abrevaderu.
Y tienen en proyecto la organización de unas jornadas de fútbol popular en las que participen otros equipos, escritores y se celebren conferencias. De momento, ya se sabe que la música que sonará en las gradas a través de la megafonía sera de Slade.
Con uno de los presupuestos más bajos de la categoría -60.000 euros- el nuevo Ceares echa a andar con Florentino Angulo al frente del banquillo.
Savia nueva para el Unión Club
Una pandilla de amigos y vecinos de Ceares se hace con las riendas del equipo del barrio para recuperar la pasión por el fútbol que siempre le caracterizó
Pablo TUÑÓN
«Los últimos en dinero, los primeros en corazón». Una única frase para resumir el espíritu de un proyecto que intenta que el corazón futbolero de Ceares vuelva a latir con pasión. Una pandilla de amigos, muchos de ellos del barrio, se ha unido para formar la nueva directiva del Unión Club Ceares con el propósito de que el vecindario y alrededores vuelvan a sentirse identificados con una entidad que ha perdido calado social.
Roberto Colunga, quien fuera diputado en la Junta del Principado por el Bloque por Asturies (BA), tiene buena parte de la culpa de que todos ellos se hayan enfrascado en este viaje. «El club se estaba quedando prácticamente sin directiva y tenía posibilidades de desaparecer. No se presentaba nadie a presidente y decidimos hacernos con las riendas», explica Colunga, quien en seguida encontró apoyo de dos viejos amigos: Miguel Ángel Lozano y Alberto Álvarez.
«Nos conocemos de los bares. La conexión con el Ceares es que Roberto, que lleva un bar en Cimavilla en el que paramos todos, jugó en el equipo», cuenta Lozano, que añade que «hablamos del proyecto Róber, Alberto y yo medio en broma y luego nos fuimos convenciendo». Aunque, eso sí, a alguno le costó animarse. «Tuvieron que estar encima de mí dos o tres meses. Porque ponerse a dar el callo es diferente a decirlo», asegura Álvarez.
Precisamente sobre Alberto Álvarez cayó la losa de la presidencia del club, dado que Colunga no quería el cargo al ser candidato por BA a la Alcaldía de Gijón. Sin embargo, en la nueva directiva cearista de poco valen los cargos. «Hacemos todos de todo, desde pegar carteles hasta limpiar matojos o pintar el campo, desde el presidente hasta el último directivo», afirma Lozano, que ocupa la secretaría del club.
Ellos tres fueron reclutando a amigos y vecinos para formar la directiva. El proyecto tomó cuerpo y llegó justo a tiempo para salvar al barrio de la pérdida de su identidad futbolera. Se presentaron en la asamblea del club enfrentándose a otra propuesta, que pretendía la fusión del Ceares con el Llano 2000. «Ese proyecto era perjudicial para nosotros porque significaba desaparecer nuestro nombre y nuestro campo. Era el paso previo a la disolución», señala Lozano. Cargados de pasión y de nostalgia por los tiempos pasados del Ceares salieron elegidos de la asamblea.
De esta manera, han comenzado una nueva etapa para la entidad y pretenden que el barrio y sus alrededores recobren el pulso futbolero. «Queremos calar en la sociedad. Que la gente venga y disfrute de lo que es el Ceares y de los 90 minutos de partido e, incluso, una hora antes y una hora después», proclama Roberto Colunga. Él mismo sabe de su etapa como jugador lo que antaño significaba el fútbol en Ceares. Algo que también recuerda Miguel Ángel Lozano, ya que empezó a ver los partidos en el campo de La Cruz cuando su padre le llevaba siendo todavía un niño.
«Me acuerdo de que venían al campo 300 o 400 personas cualquier domingo por la mañana. El año pasado, exceptuando los partidos importantes, de las 100 personas se pasaba pocas veces», asegura Lozano. Ahora, pretenden recuperar el tirón del Ceares. «Vamos a pegar carteles por todos los bares del barrio y a hacer un buzoneo por la Tejerona y por toda la zona con unos panfletos que reivindiquen el espíritu de barrio y que la gente del entorno se identifique con el club para que no se muera», cuenta Lozano. Para ello, harán descuentos a jóvenes, jubilados y parados en la tarifa de socios.
Junto a ellos, otros nueve voluntarios se han apuntado a la empresa: Daniel de Miguel, Simón Alonso, Eduardo Montes, Rubén Argüelles, Miguel Ángel Sarmiento, Mario Menéndez, Fernando Álvarez, Inés Quintanilla y José Roces. Precisamente este último es el único que permanece de la anterior directiva y ya ha notado el cambio. «Éstos por lo menos pasan por el campo», señala Roces.
Ciertamente, su presencia en las instalaciones se ha dejado notar puesto que han comenzado con tareas de adecentamiento, invirtiendo su propio dinero y sudor. Cuidan el césped, están reformando los vestuarios y retirando escombros y matojos. «Esto estaba igual que un solar abandonado», afirma Lozano. Todo ello, como pasos previos al comienzo de la temporada de Tercera División, para la cual cuentan con un sinfín de proyectos e ideas, aunque son conscientes de las limitaciones deportivas del conjunto. «Simplemente queremos disfrutar de la Tercera», proclama Colunga.
Para ello, pretenden organizar pinchoteos de confraternización con las aficiones rivales y que el campo de La Cruz se convierta en una fiesta los fines de semana que haya partido. Son conscientes de que, en cierto modo, darán la nota. «Alguna de las directivas rivales pensarán: " Estos chavales con estos pelos, estas patillas y estas greñas adónde van"», dice Alberto Álvarez. Pero también son conscientes de lo que significó el fútbol para Ceares y sus alrededores. Y por ello pretenden recuperar ese sentimiento. Con poco dinero, pero con todo el corazón del mundo.
«Los últimos en dinero, los primeros en corazón». Una única frase para resumir el espíritu de un proyecto que intenta que el corazón futbolero de Ceares vuelva a latir con pasión. Una pandilla de amigos, muchos de ellos del barrio, se ha unido para formar la nueva directiva del Unión Club Ceares con el propósito de que el vecindario y alrededores vuelvan a sentirse identificados con una entidad que ha perdido calado social.
Roberto Colunga, quien fuera diputado en la Junta del Principado por el Bloque por Asturies (BA), tiene buena parte de la culpa de que todos ellos se hayan enfrascado en este viaje. «El club se estaba quedando prácticamente sin directiva y tenía posibilidades de desaparecer. No se presentaba nadie a presidente y decidimos hacernos con las riendas», explica Colunga, quien en seguida encontró apoyo de dos viejos amigos: Miguel Ángel Lozano y Alberto Álvarez.
«Nos conocemos de los bares. La conexión con el Ceares es que Roberto, que lleva un bar en Cimavilla en el que paramos todos, jugó en el equipo», cuenta Lozano, que añade que «hablamos del proyecto Róber, Alberto y yo medio en broma y luego nos fuimos convenciendo». Aunque, eso sí, a alguno le costó animarse. «Tuvieron que estar encima de mí dos o tres meses. Porque ponerse a dar el callo es diferente a decirlo», asegura Álvarez.
Precisamente sobre Alberto Álvarez cayó la losa de la presidencia del club, dado que Colunga no quería el cargo al ser candidato por BA a la Alcaldía de Gijón. Sin embargo, en la nueva directiva cearista de poco valen los cargos. «Hacemos todos de todo, desde pegar carteles hasta limpiar matojos o pintar el campo, desde el presidente hasta el último directivo», afirma Lozano, que ocupa la secretaría del club.
Ellos tres fueron reclutando a amigos y vecinos para formar la directiva. El proyecto tomó cuerpo y llegó justo a tiempo para salvar al barrio de la pérdida de su identidad futbolera. Se presentaron en la asamblea del club enfrentándose a otra propuesta, que pretendía la fusión del Ceares con el Llano 2000. «Ese proyecto era perjudicial para nosotros porque significaba desaparecer nuestro nombre y nuestro campo. Era el paso previo a la disolución», señala Lozano. Cargados de pasión y de nostalgia por los tiempos pasados del Ceares salieron elegidos de la asamblea.
De esta manera, han comenzado una nueva etapa para la entidad y pretenden que el barrio y sus alrededores recobren el pulso futbolero. «Queremos calar en la sociedad. Que la gente venga y disfrute de lo que es el Ceares y de los 90 minutos de partido e, incluso, una hora antes y una hora después», proclama Roberto Colunga. Él mismo sabe de su etapa como jugador lo que antaño significaba el fútbol en Ceares. Algo que también recuerda Miguel Ángel Lozano, ya que empezó a ver los partidos en el campo de La Cruz cuando su padre le llevaba siendo todavía un niño.
«Me acuerdo de que venían al campo 300 o 400 personas cualquier domingo por la mañana. El año pasado, exceptuando los partidos importantes, de las 100 personas se pasaba pocas veces», asegura Lozano. Ahora, pretenden recuperar el tirón del Ceares. «Vamos a pegar carteles por todos los bares del barrio y a hacer un buzoneo por la Tejerona y por toda la zona con unos panfletos que reivindiquen el espíritu de barrio y que la gente del entorno se identifique con el club para que no se muera», cuenta Lozano. Para ello, harán descuentos a jóvenes, jubilados y parados en la tarifa de socios.
Junto a ellos, otros nueve voluntarios se han apuntado a la empresa: Daniel de Miguel, Simón Alonso, Eduardo Montes, Rubén Argüelles, Miguel Ángel Sarmiento, Mario Menéndez, Fernando Álvarez, Inés Quintanilla y José Roces. Precisamente este último es el único que permanece de la anterior directiva y ya ha notado el cambio. «Éstos por lo menos pasan por el campo», señala Roces.
Ciertamente, su presencia en las instalaciones se ha dejado notar puesto que han comenzado con tareas de adecentamiento, invirtiendo su propio dinero y sudor. Cuidan el césped, están reformando los vestuarios y retirando escombros y matojos. «Esto estaba igual que un solar abandonado», afirma Lozano. Todo ello, como pasos previos al comienzo de la temporada de Tercera División, para la cual cuentan con un sinfín de proyectos e ideas, aunque son conscientes de las limitaciones deportivas del conjunto. «Simplemente queremos disfrutar de la Tercera», proclama Colunga.
Para ello, pretenden organizar pinchoteos de confraternización con las aficiones rivales y que el campo de La Cruz se convierta en una fiesta los fines de semana que haya partido. Son conscientes de que, en cierto modo, darán la nota. «Alguna de las directivas rivales pensarán: " Estos chavales con estos pelos, estas patillas y estas greñas adónde van"», dice Alberto Álvarez. Pero también son conscientes de lo que significó el fútbol para Ceares y sus alrededores. Y por ello pretenden recuperar ese sentimiento. Con poco dinero, pero con todo el corazón del mundo.