viernes, 23 de diciembre de 2016

Sobre candidez, servilismo y el espíritu de la Navidad

Con la presentación de las cuentas y la mejora de las relaciones de los consejeros del Sporting con la prensa, era de esperar una epidemia de intoxicación informativa. Como muestra os dejo un par de sencillos ejemplos.


Vamos con el subtitular "el pago de deuda atrasada condiciona el superávit que superará el millón y medio". Lo relevante en este caso no es que la deuda sea atrasada, ya que es normal pagar deudas atrasadas sin que ello signifique que se altere el resultado del ejercicio.

Lo verdaderamente importante y que no se dice ahí, es que esa deuda, además de atrasada, no estaba contabilizada. En este caso sí hay que reconocer un gasto y se reduce el resultado del ejercicio.

Tampoco voy a cebarme con el periodista que lo escribió, ya que es periodista deportivo, y no un friki de la contabilidad. Además, en la edición escrita que salió al día siguiente sí usa el término correcto.

Me preocupa más el siguiente caso:


En este artículo poco menos que se deja al mandamás rojiblanco a la altura del lobo de Wall Street, por hacer unas previsiones de ingresos superiores a los gastos cuya consecuencia es un beneficio previsto de 9 millones para la temporada que aún no ha acabado. Pues bien, al mismo tiempo se presenta un pírrico beneficio de 1,5 millones en un ejercicio para el que se había previsto un superávit de 8 millones y pico en lo que se calificó como un presupuesto amarrategui (gastos al alza e ingresos a la baja) Y eso para qué lo vamos a mencionar. Mucho mejor hablar de previsiones que de hechos consumados, y alabar cuando te la acaban de meter doblada.

El símil futbolístico sería el siguiente. Un entrenador que promete clasificarse para la Europa League en el más pesimista de los escenarios, dejando abierta la posibilidad de Champions. Y que salva la categoría en el último minuto y de penalty injusto. Al acabar la temporada vuelve a hacer la misma promesa para la siguiente, y tú que eres un periodista deportivo en vez de darle una somanta de hostias a mano abierta, poco menos que le comparas con el Arrigo Sacchi del mejor Milan.

De verdad que hay que ser o muy alma cándida o muy servil. O tal vez sea el espíritu de la Navidad, que a unos les llega y a mí no.


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